A nadie se le escapa, sea joven o mayor, que uno de los sectores económicos que más deshumaniza su relación con las personas, es el financiero.
Paradójicamente, sus campañas publicitarias se visten con aquello de lo que más adolecen: la cercanía con las personas, sobre todo con las de mayor edad.
La reconversión bancaria comenzó hace décadas, no es nada nuevo. Pero las nuevas tecnologías han pisado el acelerador de este cambio de modelo.
Esas nuevas tecnologías son de aparición reciente y, por desgracia, progresan a un ritmo que no es fácil de seguir para muchas personas mayores.
En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, hay más de 9 millones de personas de 65 o más años. A todas ellas, incluso a algunas más jóvenes, la irrupción de esta revolución tecnológica les pilló ?fuera de juego?. Los nacidos entre 1982 y 1994, la llamada Generación Y o Millennials, que ahora están en torno a la cuarentena, nacieron al mismo tiempo que las nuevas tecnologías. Se formaron a la vez que éstas se iban desarrollando. La Generación Z o ?post Millennial? es la que ha nacido con Internet funcionando a pleno rendimiento.
El progreso, en muchos aspectos es tan rápido, que nos parece que esas tecnologías han estado siempre ahí. Pero nada más alejado de la realidad:
- Primera página web (nada que ver con las actuales): 1991
- Primer navegador (no existía aún Google): 1994
- Amazon (venta de libros sólo): 1995
- Google (ahora todopoderoso): 1998
- Facebook: 2004
- YouTube: 2005
- Twitter: 2006
- Primer iPhone 2007
El primer correo electrónico, como servicio de red estandarizado, apareció en 1977 y, por supuesto, era muy rudimentario en comparación con lo que utilizamos actualmente. Tanto en calidad como en seguridad.
Es evidente que a quienes nacimos algunos o muchos años antes, que se nos metiera todo esto en casa de repente, fue un tanto invasivo, desconcertante, sorprendente. Mucho más para quienes, ya entonces, peinaban canas.
Pero volviendo a lo que nos ocupa en realidad:
Las grandes corporaciones, como la banca, encontraron un filón en esta Revolución Tecnológica: abaratamiento de costes, reducción de gastos, aumento del rendimiento económico, rentabilidad, algo que, si bien es completamente lícito, faltaría más, no debe hacerse de cualquier manera ni a cualquier precio. En particular, como es nuestro compromiso, hablamos de las personas mayores que se ven afectadas por estas innovaciones.
Como tantas otras veces ha ocurrido en la historia con los avances tecnológicos, la justificación es el progreso. Pero un progreso mal entendido se torna perverso si se desentiende de tantos millones de personas de edad avanzada.
Hace algunos días, mientras esperaba para realizar una de las pocas gestiones que aún se pueden hacer ?en vivo y en directo? en una oficina bancaria, escuchaba (por las reducidas dimensiones de la agencia) la conversación entre una empleada y una pareja de clientes, abuela y nieta. La abuela quería conocer algún detalle sobre su pensión que, para su pesar y por lo que le comentaba la empleada, debía hacer a través de la web. En un momento de dicha conversación, esta empleada le indicaba a la señora mayor, dirigiendo la mirada a la nieta, que ésta le enseñaría cómo hacerlo en Internet. La mirada de la abuela era una mezcla de decepción y desaliento.
Nuestros mayores han crecido hablando, mirando, sonriendo y discutiendo con otras personas. Cara a cara. No con códigos que no comprenden. Roza la crueldad arrebatarles eso en pos de esa pretendida evolución tecnológica.
La RAE define tiranía como «abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad», y eso, en la práctica, es lo que parece estar haciendo la banca con los mayores al obligarles a adaptarse a métodos, prácticas, procedimientos y normas para las que nadie les ha preparado.
¿No se dan cuenta de que para muchos de ellos es abrumador encontrarse con tal volumen de información; de un tipo de información que sobrepasa su capacidad de entender la vida?
No se trata de detener o ralentizar el progreso. Es evidente que hemos avanzado mucho y mejorado nuestra calidad de vida haciendo uso de estos avances tecnológicos. Quienes tenemos la fortuna de saber utilizarlos y servirnos de ellos, sabemos lo beneficiosos que resultan. Pero no podemos dejar a nadie atrás. La estrategia no puede consistir en adaptarse o echarse a un lado y no molestar. No es justo. No es humano.
Debemos humanizar la tecnología, porque ésta tiene que estar a nuestro servicio, y no al revés.
Dado que disponen de recursos para llevarlo a cabo, estas entidades deberían adoptar los medios necesarios para que, cuando un abuelo o una abuela entren en una oficina bancaria, puedan resolver el asunto que van a tratar, sin necesidad de complicarles la vida. Y como también es cierto que me he encontrado situaciones en las que un empleado de alguna sucursal bancaria se ha afanado por ayudar a uno de sus clientes más mayores, pienso que aún no es tarde, que aún estamos a tiempo de que los bancos pongan en práctica esa humanización de la que hacen gala en sus campañas publicitarias y no dejen atrás a los mayores.
Porque se lo han ganado. Porque lo merecen. Porque es justo. Porque la banca se lo puede permitir.
No podemos cambiar el "vuelva usted mañana" por el "hágalo a través de nuestra web". Al menos no para ellos.