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Ketamina y depresión

Uno de los trastornos más prevalente en la tercera edad es la depresión.

 

Ya hemos hablado de esta patología en anteriores artículos, por lo que no vamos a dedicar espacio en éste a definirla o hablar de su epidemiología en los ancianos. Hoy hablaremos de una sustancia, la ketamina, y su efecto sobre dicha enfermedad.

 

La ketamina fue sintetizada en 1962 por Calvin Stevens y usada por primera vez en la práctica clínica en 1965 por Corsen y Domino. (Wikipedia)

 

Como podéis observar no se trata de una medicación nueva, aunque su fama, mala fama, no se debe a su utilización como sedante o anestésico, que es el propósito con el que se desarrolló inicialmente. Su potencial alucinógeno, como droga disociativa, la ha convertido en una sustancia, utilizada fuera del entorno médico controlado, ilegal.

No obstante, como tantas otras drogas, su actividad farmacológica bajo supervisión médica especializada, puede tener, como de hecho se ha demostrado, una función sumamente beneficiosa.

 

El conocimiento de las propiedades de la ketamina sobre la depresión no es, en realidad, reciente. Ya se sabía de esta condición hace casi 10 años. No obstante, se ha seguido investigando y uno de los estudios más recientes se ha publicado en el BMJ, en febrero de este mismo año.  Su título, traducido al español, es «Ketamina para el tratamiento agudo de la ideación suicida grave: ensayo doble ciego, aleatorizado y controlado con placebo. (BMJ 2022;376:e067194)»

 

En este ensayo clínico participaron 156 personas, que fueron  aleatorizadas para recibir placebo (n=83) o ketamina (n=73), estratificadas por centro y diagnóstico: bipolar, depresivo u otros trastornos. Se les administraron dos infusiones intravenosas de ketamina (0,5 mg/kg) o placebo (solución salina) de 40 minutos, al inicio y a las 24 horas, además de su tratamiento habitual.

 

Los hallazgos indicaron que la ketamina es rápida, segura a corto plazo y tiene beneficios persistentes para la atención aguda en pacientes suicidas. Los trastornos mentales comórbidos parecen ser moderadores importantes.

 

Además, un efecto analgésico sobre el dolor mental podría explicar los efectos antisuicidas de la ketamina.

 

Afortunadamente se está hablando mucho últimamente de las enfermedades mentales. De la necesidad de concienciar a la sociedad de su existencia, que casi siempre se había vivido como algo denigrante para la persona que la sufre, lo que la convertía en algo doblemente trágico, y de lo perentorio de su integración en el Sistema Nacional de Salud de forma más profunda e intensiva.

 

En España, el 25% de las personas mayores de 65 años padecen depresión, siendo la tasa mucho mayor en mujeres que en hombres. Si tenemos en cuenta que se calcula que en el año 2050, este grupo supondrá el 31% de la población global, es fácil concluir la importancia del correcto diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.

 

Si bien en España el tratamiento con ketamina que ya se está utilizando en la medicina privada, la cautela de algunos profesionales sanitarios respecto a su uso terapéutico se mezcla con cierta euforia por haber encontrado una nueva vía para tratar estos casos, en lo que supone la primera innovación médica relevante contra la depresión en prácticamente 50 años.

 

?Hemos logrado curar a personas que llevaban muchísimos años mal?, explica Eduard Vieta, jefe de Psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona y participante en varios estudios con esta sustancia y uno de sus derivados. ?Incluso algunos pacientes se recuperaban con solo una o dos dosis?, añade. ?Ha sido muy impactante?.

 

?Lograr el efecto antidepresivo tan rápidamente es muy valioso para pacientes con ideas suicidas?, apunta el psiquiatra Joan Obiols, que durante 16 años (1998-2014) dirigió el Servicio de Salud Mental de Andorra y ahora ha abierto en Barcelona la clínica Synaptica, un centro para llevar a cabo terapias con ketamina. ?Pero hay que ser prudentes, no se puede vender esto como la cura definitiva para la depresión porque a algunos les irá bien y a otros no?, añade. (eldiario.es)

 

El periodista y escritor francés Emmanuel Carrère se sometió al tratamiento con ketamina para tratar una depresión que arrastraba desde hacía bastante tiempo, asociada a un síndrome bipolar: ?Tumbado en la cama, estás consciente, plenamente consciente. Notas el transcurso del tiempo. Oyes al médico y a la enfermera hablar a media voz. Tienes la impresión de que están lejos, muy lejos, abajo, perdidos en el paisaje sobre el que flotas. A la deriva. Lo ves todo. Estás totalmente tranquilo, estás perfectamente bien, te gustaría que esto no acabara nunca?.

 

Como hemos comentado anteriormente, ésta también es una droga que se utiliza con fines recreacionales, por sus efectos disociativos. Estos vienen a durar entre treinta minutos y una hora, y se producen bajo control médico. Una vez que han pasado, no dejan ningún efecto secundario.

 

Algunas asociaciones de pacientes se han quejado y exigen que el Ministerio de Sanidad sufrague el tratamiento. ?En el Foro Español de Pacientes consideramos que la depresión es una enfermedad mental grave que causa un gran sufrimiento?, comenta Ana López Trenco, vocal de esta asociación. ?Los fármacos actuales tienen un alto periodo de latencia, por lo que las personas afectadas vemos positivo que existan medicamentos que puedan actuar con mayor rapidez y contribuyan a aminorar el dolor de los pacientes?.

 

Tras haberlo denegado inicialmente, desde Sanidad precisan que se están manteniendo negociaciones con Janssen para la presentación de una nueva solicitud de precio y financiación, y así poder sufragar la terapia con Spravato, que es el nombre comercial del medicamento autorizado por la Agencia Europea del Medicamento.

 

Aunque el tratamiento ofrece una gran oportunidad, los pacientes que estén considerando el tratamiento con ketamina para este trastorno deben estar bien informados tanto de los posibles beneficios como de los riesgos asociados con el fármaco, y deben ser conscientes de los límites del conocimiento existente en el campo relacionado con los efectos a largo plazo.

 

Ref.: BJM / news.yale.edu / redaccionmedica.com