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Los estudios han relacionado el envejecimiento a un estado de inflamación de bajo grado a largo plazo, que afecta al organismo entero. Esta inflamación sistémica crónica puede contribuir al desarrollo de enfermedades de índole crónica.

 

Los cambios relacionados al envejecimiento del sistema inmunológico conducen a una respuesta inflamatoria crónica más alta. Se cree que uno de los principales causantes de este fenómeno es la llamada "inflamación senil", que implica una acumulación de células inmunes activadas y moléculas inflamatorias en los tejidos con el paso de los años. Esta inflamación senil podría promover una variedad de trastornos degenerativos y crónicos asociados con el envejecimiento, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2, el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas y otros problemas de salud.

 

Además, se ha implicado que la inflamación sistémica crónica es un factor fundamental en la patogénesis de muchas enfermedades crónicas comunes, como la artritis reumatoide, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la enfermedad renal crónica y las enfermedades autoinmunes.

 

Investigaciones han demostrado que la inflamación crónica contribuye al daño celular y tisular, así como a la progresión de éstas enfermedades.

 

Existe un círculo vicioso entre la inflamación crónica sistémica y las enfermedades de larga duración: el envejecimiento promueve un estado inflamatorio crónico, que por su parte contribuye al desarrollo y empeoramiento de enfermedades crónicas, lo que puede aumentar aún más la inflamación sistémica. Esta interacción puede acelerar los efectos nocivos del envejecimiento y dar lugar a una mayor vulnerabilidad a las enfermedades asociadas con la edad.

 

En la actualidad, la investigación se realiza para entender mejor los mecanismos que están en la base de la inflamación crónica sistémica, y su relación con el proceso de envejecimiento y enfermedades crónicas. Se buscan abordajes terapéuticos para reducir la inflamación crónica y, en consecuencia, disminuir la cantidad y la gravedad de enfermedades relacionadas con la edad. Estos abordajes pueden incluir cambios en el estilo de vida, como la dieta y el ejercicio, así como el desarrollo de tratamientos farmacológicos específicos para modular la respuesta inflamatoria.

 

La actividad física frecuente, tanto aeróbica como de resistencia, podría ser una manera eficaz de reducir la inflamación sistémica crónica entre los adultos mayores. Existe la idea de que el ejercicio contribuye a modificar la respuesta inflamatoria y estimula un ambiente antiinflamatorio en el organismo. No obstante, es importante tener presente que los mecanismos exactos por los cuales se producen estos beneficios aun se están investigando y pueden variar dependiendo del tipo de ejercicio y las características particulares de cada persona.

 

ref.: fisiologiadelejercicio.com