Blog MundoMayor

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La esperanza de vida ha aumentado considerablemente en este último siglo. Los encargados de hacer números nos dicen que le hemos ganado alrededor de 15 años. Nos dicen que tener 80 años ahora era como tener 65 años en 1900. Son datos científicos.

Lo que denominamos ?Estado del bienestar? quedó acuñado en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial a partir de una expresión original de William Temple, entonces Arzobispo de Canterbury, y ha sido el artífice de esta prolongación de la expectativa de vida.

La pregunta es si realmente se trata de una vida de calidad o simplemente un alargamiento de ésta desde un punto de vista puramente fisiológico. Suponemos que cada uno tendrá su opinión al respecto.

La longevidad está vinculada con el sexo (masculino o femenino), el ambiente vital y el nivel socioeconómico. En general, se establece (datos de 2018) que la esperanza de vida en las mujeres es de 85,9 años y de 80,5 en los hombres. Ellas viven, de media, cinco años más.

El lugar donde se reside también es un factor relevante: según el estudio sobre Indicadores Urbanos del INE (2019), hay una diferencia de más de seis años en la esperanza de vida entre el municipio más rico de España (Pozuelo de Alarcón, Madrid) y el más pobre (La Línea de la Concepción, Cádiz). El nivel socioeconómico afecta indiscutiblemente a la longevidad. No es igual para todo el mundo.

Igualmente, la garantía pública de una pensión suficiente que permita enfrentar la vejez con dignidad es fundamental. Sobre todo tras saber que, según un reciente estudio del Instituto alemán Max Planck de Investigación Demográfica (MPIDR), los hombres con pensiones bajas viven, de media, cinco años menos que aquellos con pensiones más altas.

Llegar a la tercera edad no conlleva resultados homogéneos para quienes logran alcanzarla. Hay quien puede llevar una vida activa, independiente y vitalista tras la jubilación, y hay quien llega a la meta en unas condiciones bastante lamentables. En una situación de dependencia.

Uniendo dos factores, una mayor expectativa de vida y una mayor oferta de ocio, distracción, y participación en actividades sociales y ejercicio para las personas mayores, tenemos como resultado un mix que favorece envejecer de forma saludable y exprimir estos años al máximo. Conseguimos pasar nosotros por la vida sin que sea la vida la que pase ?por encima? de nosotros.

Por ejemplo: la Universidad Estatal de Humboldt (California) encontró pruebas de los aportes del deporte en la vejez para la prevención del deterioro metabólico. A lo que se suma que otro estudio liderado por la Universidad Goethe de Fráncfort (Alemania) reveló que el ejercicio aeróbico mejora las funciones cognitivas y contribuye a prevenir la demencia. Ergo hay que hacer ejercicio. No hay duda.

Con todo y con eso, no hay que olvidar que la condición socioeconómica también ofrece distintas oportunidades en la participación y el ocio, no solo derivadas de la capacidad económica con la que se enfrenta la vejez ?vinculada a la trayectoria profesional de cotización?, sino también del nivel educativo o del lugar de residencia. Aspectos que habría que tener muy presentes para el diseño, la planificación y la toma de decisiones políticas.

El colectivo de personas jubiladas, personas mayores o personas en situación de dependencia son cada vez más protagonistas de su propia vida. Su papel activo y participativo en las distintas dimensiones de la vida y la sociedad dibujan un tiempo nuevo. Con cambios necesarios que ojalá caminen hacia alianzas colectivas para una sociedad más cohesionada y socialmente más sostenible.

Ref.: theconversation.com

Foto: shutterstock.com