Los datos más actuales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social nos ofrecen una imagen bastante desoladora de los estragos causado por el COVID-19:
- 147.000 casos
- 14.555 fallecidos
También es cierto que más de 48.000 personas se han recuperado, entre las cuales también se encuentra población geriátrica afectada.
Y es precisamente el grupo de personas de edad avanzada uno de los más vulnerables a la infección, habida cuenta de la pérdida de eficacia de su sistema inmunitario. Sus tejidos están menos y peor hidratos, y esto implica una pérdida de movilidad y elasticidad del sistema musculoesquelético, lo que propicia que la expansión que necesitan los pulmones para llenarse de aire se vea entorpecida por una caja torácica más rígida.
La consecuencia es una ventilación inadecuada que ayuda al virus a progresar en las vías respiratoria bajas.
Siempre que el sistema inmunológico encuentra un cuerpo extraño en nuestro cuerpo trata de aislarle y eliminarle. Esto provoca una respuesta inflamatoria (vídeo) y, ocasionalmente, el incremento del calor corporal interno en forma de fiebre.
Este proceso inflamatorio tiene un buen objetivo, pero no le importan los medios para conseguirlo: Al inflamarse el tejido pulmonar éste pierde una gran parte de su capacidad elástica, más aún en ancianos o personas con alguna afección respiratoria de vía bajas, con lo que el proceso ventilatorio empeora produciéndose un síndrome respiratorio agudo grave. La saturación de oxígeno en sangre desciende y el sistema pulmonar se puede "encharcar" provocando una neumonía severa.
Para intentar controlar esta situación los pacientes necesitan un ventilador externo, ser intubados y fármacos contra la inflamación.
En el caso de las personas de edad existe un problema añadido que su normalmente extenso recetario farmacológico. Algunos de los fármacos que se utilizan para el tratamiento de los síntomas del coronavirus interactúan con éstos y pueden provocar reacciones indeseables, por lo que hay que valorar cada caso con especial cuidado.
Si es paciente de elevada edad consigue vencer a la enfermedad aún tiene por delante un gran trabajo que consiste en recuperar la capacidad funcional perdida, tanto por el propio proceso patológico como por la inactividad durante el mismo.
No hay que olvidar que este grupo poblacional suele tener esa capacidad bastante reducida, más aún si se trata de personas que viven en residencias para mayores o son grandes dependientes.
El trabajo de rehabilitación, tanto física como ocupacional y psicológica, se prevé intenso.
Porque el aspecto psicológico / psiquiátrico no es una entidad menor. Hay que tener en cuenta que los mayores son personas muy vulnerables a la soledad. Durante semanas han estado completamente aislados sin ver nada más que personas ?disfrazadas? a las que apenas se les ven los ojos, en muchos casos.
Además su entorno inmediato durante este periodo no ayuda en absoluto: se sienten solos, deprimidos y desorientados.
Como vemos, la uno de los factores de la gravedad de la infección en personas ancianas viene precedido de un estado fisiológico debilitado por la edad y el modo de vida.
Con independencia de los años cumplidos siempre recomendaremos llevar una vida lo más saludable posible, la realización de ejercicio moderado de forma habitual y una dieta sana y equilibrada. Estas son las mejores recetas para tener un sistema de defensa fuerte capaz de hacer frente a invasores externos de tamaño microscópico como este infame SARS-CoV-2.
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