Quizá hayas escuchado el término ?edadismo? y aún así no sepas lo que significa realmente.
No es un término muy al uso y, desde luego, no entra dentro de los vocablos que podríamos definir como lisonjeros. Todo lo contrario.
La Real Academia Española no lo recoge (todavía) en el diccionario español, pero se puede definir como la fijación de clichés, generalmente discriminativos, contra personas o colectivos por motivo de la edad. Sobre todo haciendo referencia a personas de edad avanzada.
Otros términos que también se utilizan son ageísmo, edaísmo,? viejismo,? ancianismo, gerontofobia o etarismo.
El primero en acuñar este término fue el gerontólogo y psiquiatra Robert Butler en 1968. Como ves no es un modismo reciente. Acuñaba con éste una combinación de tres elementos conectados:
- Actitudes perjudiciales hacia las personas mayores, la vejez y el proceso de envejecimiento.
- Prácticas discriminatorias contra las personas mayores.
- Prácticas institucionales y políticas que perpetúan los estereotipos sobre las personas mayores.
Esta estigmatización no se produce exclusivamente fuera del grupo de los ancianos, sino que también tiene su lugar dentro de éste. El miedo a la muerte y el miedo a la discapacidad y la dependencia, son las principales causas de ?edadismo? entre las personas de edad avanzada.
Evitar, segregar y rechazar a las personas mayores son mecanismos de afrontamiento que permiten a personas de mediana edad, sobre todo, evitar pensar en su propia senectud.
Ahora que sabemos el significado de esta palabra, ¿existe algún tipo de legislación que defienda a los abuelos contra las implicaciones prácticas de la misma?
La respuesta es, sí. Veamos algunos ejemplos (Wikipedia)
Canadá:
El Artículo 718.2, (a)(i), de su Código Penal define como una circunstancia agravante que existan, entre otras circunstancias, «pruebas que el delito fue motivado por... la edad.»
Estados Unidos:
Aunque cada estado tiene sus propias leyes respecto a la discriminación por motivos de edad, existen también leyes federales.
Unión Europea:
El Tratado de la Unión Europea establece que la protección contra la discriminación por motivos de nacionalidad, género, origen racial o étnico, religión o creencia, discapacidad, edad u orientación sexual es un derecho fundamental de la ciudadanía de la UE. El Artículo 21-1 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea de la Unión Europea «prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de (?) edad (...).»
Asimismo, la Directiva Marco 2000/78/EC prohíbe la discriminación por motivo de edad en el entorno laboral.
Consejo de Europa:
La Convención Europea de Derechos Humanos en su artículo 14 y su Protocolo Nº 12 prohíben la discriminación por «sexo, raza, color, lengua, religión, opiniones políticas u otras, origen nacional o social, pertenencia a una minoría nacional, fortuna, nacimiento o cualquier otra situación». Las últimas palabras incluyen la discriminación por edad.
La violación de estos preceptos por los Estados que han ratificado dichos tratados puede ser denunciada ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.
La Organización Mundial de la Salud también aporta su visión de este problema, que comentaremos en nuestro post del jueves que viene.
¿Entonces, por resumir, cómo definimos una actitud "edadista"?
La psicología distingue tres conceptos que hacen referencia a nuestra disposición personal hacia ciertos colectivos:
Estereotipos: creencias o ideas organizadas sobre las características asociadas a diferentes grupos sociales: aspecto, cultura, ocupación, etnia, credos, etc.
Prejuicios: sentimientos y emociones positivas o negativas que se tienen sobre los miembros de un grupo social.
Discriminación: conducta diferenciada y observable hacia un grupo social o sus miembros.
El ?edadismo? encajaría, fundamentalmente, en la tercera. Una actitud discriminatoria que bien puede contener trazas de las dos primeras.
Sacar de nuestro vocabulario esta palabra y lo que su significado contiene es una tarea que nos corresponde a todos. Es fundamental conseguir cambiar el enfoque que estigmatiza de esta forma a nuestros mayores.
Conseguirlo no es tarea fácil una vez se ha instalado en nuestra cultura, pero la responsabilidad de intentarlo hasta lograrlo es de todos: A los niños y jóvenes, de sus progenitores; a éstos, de los abuelos, y de los abuelos, ellos mismos.
Entendamos que ser mayor no es, en modo alguno, una minusvalía. Existe una suerte de "orden natural" a lo largo de la vida que compensa o equilibra ciertos factores. Las capacidades físicas pueden ir disminuyendo, pero a cambio el peso de la experiencia, el conocimiento y la sabiduría se incrementan.
Una sociedad sana es capaz de tener presente el valor de esto último y aprovecharlo en su propio beneficio: crecimiento personal.