Blog MundoMayor

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¿Sabías que la demencia y la depresión no sólo son muy comunes entre las personas mayores, sino que además están más conectadas de lo que parece? A menudo se piensa que son problemas separados, pero la ciencia nos muestra que comparten mecanismos dentro del cerebro y que, incluso, una puede aumentar el riesgo de la otra.

Quizá te sorprenda saber que, según estudios recientes, alrededor del 35% de los casos de demencia se asocian a factores de riesgo modificables como la educación, la presión arterial alta, la obesidad, la diabetes, el aislamiento social, y sí, también la depresión. De hecho, la depresión en la vejez se considera un aviso temprano para el desarrollo de demencia?por eso, nunca es tarde para prestar atención a nuestra salud mental.

Cuando El Estrés Cambia El Cerebro

Uno de los grandes protagonistas en esta ?amistad peligrosa? entre demencia y depresión es el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, el sistema que controla nuestra respuesta al estrés.

Un estrés persistente genera ciertas hormonas (especialmente el famoso cortisol) y, cuando estos niveles se mantienen altos, afectan zonas clave del cerebro como el hipocampo y la corteza prefrontal, responsables de la memoria y la toma de decisiones. De hecho, se ha visto que las personas mayores con niveles altos de cortisol tienen más probabilidad de tener síntomas de demencia y depresión. ¡Así que nada de subestimar el estrés!

El Cerebro Se Encoge, La Mente Fluctúa

Tanto en la depresión como en la demencia, el deterioro cognitivo y la reducción del volumen cerebral en áreas como el hipocampo son frecuentes. La ciencia ha descubierto que el hipocampo de una persona deprimida se parece mucho al de alguien con principio de demencia, y mientras más estrés y menos actividad física, peor pinta todo.

Además, otra proteína llamada GSK-3 parece estar descontrolada en estos procesos, contribuyendo tanto al deterioro mental como a la inflamación del cerebro.

Inflamación Cerebral: Un Enemigo Compartido

Cuando hay inflamación crónica en el cerebro, como ocurre en ambas patologías, se activa un ejército de células que liberan sustancias inflamatorias. Estas sustancias no sólo dañan el cerebro sino que también dificultan la reparación, empeorando la memoria y el ánimo.

En personas con depresión mayor y Alzheimer, los niveles de ciertos marcadores inflamatorios (como la proteína C reactiva y las interleuquinas) son notablemente elevados, lo que provoca aún más daño.

¿Y Si El Ejercicio Fue La Mejor Medicina?

El ejercicio físico es uno de los aliados más potentes que tenemos, y no hace falta ser atleta para aprovechar sus beneficios. Diversos estudios han demostrado que mantenerse activo ayuda a reducir el riesgo de depresión y demencia?es más, incluso puede revertir algunos daños en el cerebro.

Practicar actividad física regular favorece el crecimiento de nuevas neuronas en el hipocampo y aumenta los niveles de una sustancia llamada BDNF, que protege las células cerebrales y mejora el ánimo. Ejercicios aeróbicos, caminatas, baile y hasta ejercicios de fuerza tienen efectos positivos sobre la memoria y la salud mental en mayores.

No hay que olvidar que el ejercicio también regula el eje del estrés, ayudando a bajar el cortisol y promoviendo una recuperación más rápida ante situaciones tensas.

El Ejercicio Ataca A La Inflamación

Un aspecto menos conocido es el efecto antiinflamatorio del movimiento. Al hacer ejercicio, liberamos ?miocinas? y otras moléculas que ayudan a combatir la inflamación tanto en el cuerpo como en el cerebro. Adicionalmente, practicar actividad de manera moderada reduce los marcadores inflamatorios y aumenta los antiinflamatorios, creando un ambiente más saludable para nuestras neuronas.

¿Cuánto, Cómo Y Para Qué?

No todos los tipos de ejercicio tienen un impacto igual; los estudios sugieren que la intensidad y la regularidad cuentan mucho. Por ejemplo, caminar 30 minutos al día, cinco veces por semana, puede lograr auténticos cambios en el cerebro. También se ha visto beneficios cuando se combinan ejercicios de fuerza con flexibilidad y equilibrio.

Y si incorporar el ejercicio parece difícil, hay muchas formas creativas de moverse: bailar, jugar con nietos, jardinería, paseos grupales, o algún deporte adaptado.

Pequeñas Decisiones, Grandes Cambios

En resumen, cuidar la mente y el cuerpo es un viaje, sobre todo en la etapa adulta mayor. Prestar atención a la salud mental, controlar el estrés, mantener activos tanto el cuerpo como las relaciones sociales, y moverse regularmente son pasos sencillos pero potentes que pueden ayudarte a mantener la autonomía y calidad de vida.

Recuerda: aunque la demencia hoy no tiene cura, sí hay maneras de retrasarla y mejorar sus síntomas. Y si la depresión aparece, pedir ayuda y practicar ejercicio son dos armas infalibles.

¿Quién dijo que el cerebro no se ejercita? ¡A moverse se ha dicho!

Este artículo se basa en evidencias científicas actualizadas y está inspirado en la revisión ?Shared Mechanisms in Dementia and Depression: The Modulatory Role of Physical Exercise? publicada en el Journal of Neurochemistry en 2025.Shared-Mechanisms-in-Dementia-and-Depression.pdf

Crédito fotografía de "Sarcopenia" Caring Hospice Institute